Hoy, veinte años después
Antonio Montero, ex- Director general creativo ejecutivo de Grey España.
Hace veinte años, fui más inocente e ignorante de lo habitual. Más osado y atrevido que la media. Recuerdo que hubo muchos días en los que no tuve miedo. Fui valiente para aquellos que se beneficiaron de mis decisiones y cobarde para los perjudicados por ellas. Diplomático en exceso en más de una ocasión y demasiado categórico en otras. ¡Y claro que me equivoqué! Y volví a equivocarme y aprendí más que nunca, y así una y otra vez. Hasta dar con una luz que una vez apagada, volvíamos a encender.
Hace veinte años las noches y los fines de semana se vivían y veían distintos. Éramos simplemente apasionados creyentes, incansables y vehementes. La vida venía de cara y nos sonreía, porque lo dábamos todo. Y todo nos era dado. Risas, buen humor, alegría y por supuesto, exigencia. Y aprendimos que la sabiduría en este negocio no sirve de nada, porque cada día se empieza de cero. Y coincidíamos en ideas con algunos y desconectábamos con otros. Y aprendimos de muchos de ellos, porque es bueno dejarse aconsejar y fijarse en los maestros. Si respetas, te respetan y de paso te respetas a ti mismo.
Hace veinte años llegué a Contrapunto disimulando mis nervios. Pero las ganas y la ilusión eran tan grandes, que nunca se notó. Sentí por primera vez el vértigo de la camiseta. Pero sentí que ésta, lejos de pesar, te aupaba y te daba las fuerzas suficientes como para saber que podrías con ello. Siempre fui curioseador de gente. Me gusta observar a las personas. Las empresas no existirían si no existieran las personas. Y por otro lado, nada es posible sin voluntad. El conocimiento sin voluntad es el peor de los enemigos. Personas con la enorme voluntad de hacerlo posible. Por eso sucedió. Por eso lo hicimos y por eso fuimos muy dichosos.
Hace veinte años crucé una frontera para no volver atrás. Y este momento representó un antes y un después en mi vida profesional. Y un día apareció ante mí Santiago Keller, semblante humilde, hablar bajito y melódico, mirada limpia, amable, seductor, respetuoso y encantador, y lo primero que pensé fue "que extraño ver a un solo hombre que viene a contarte algo tan usual como la suscripción a una nueva publicación que se encuentra al otro lado del mundo". Me pareció cuanto menos, Kafkiano. Con el tiempo entendí que esta era la única manera de hacerlo. Ignoro el número de miles de millas que ha podido recorrer en los últimos 20 años, de lo que si estoy seguro es que ¡mereció la pena! Desde que empezó a hablarme, pocas veces vi tanta claridad y fe en un proyecto que empezaba y acababa en él mismo. Y que a base de contactar personalmente, uno por uno, con los principales creativos y profesionales de cada país, llegaría a conseguir su objetivo. De su mano y en viajes y festivales posteriores, conocí a grandes profesionales del cono sur y de otras latitudes, de los que aprendí y sigo aprendiendo cada día. Desde el primer momento apoyé y respaldé un proyecto que sacaba brillo a la comunicación latinoamericana, como no podía ser de otra manera. Hoy Latinspots es una de las principales publicaciones de nuestro sector a nivel internacional, y El Ojo de Iberoamérica uno de los más importantes certámenes de comunicación publicitaria del mundo. Y todo esto lo ha hecho posible un pequeño grupo de personas comandadas por Santiago, ¡enhorabuena!
Hace veinte años volví a sorprenderme, a comenzar de nuevo, a desesperarme buscando una solución, a sentirme feliz por encontrarla, a caminar sólo, a sentirme demasiado acompañado, a trabajar después de trabajar, a llorar y secarme rápidamente las lágrimas mirando un spot en Cannes, a obsesionarme por nada, a respirar profundamente, a ganar algún león, a perder algún cliente, a ganar un concurso, a perder un amigo, a ganar tiempo, a perder la paciencia, y así sucesiva y eternamente, porque hoy, veinte años después, nada ha cambiado.
