La campaña de Obama apostó desde un primer momento por el voto de las minorías raciales en todo el país, especialmente en el caso de los hispanos, que contribuyen a la mitad del crecimiento de la población estadounidense. El grupo es especialmente significativo además en seis de los nueve estados clave: Florida, Virginia, Colorado, Nevada, Iowa y Ohio. Los demócratas reconocieron que este cambio demográfico que afecta a estos estados y que ya muestra el futuro de la población estadounidense juega, de momento, a su favor. Pero ha sido el nivel de respuesta del electorado hispano el que, impulsando a Obama hasta la victoria.
Diversas organizaciones de todo el país -incluída la campaña demócrata-, se dirigieron a los 24 millones de hispanos con derecho a voto para convencerles de la importancia participar en estas elecciones, único vehículo para designar a los mandatarios que representan sus intereses. Detrás estaba la motivación de las leyes de inmigración aprobadas desde hace dos años por estados republicanos como Arizona y Alabama, el drama de los indocumentados y un deseo de verse reflejados en la esfera política como entre la población estadounidense -ya que representan uno de cada seis ciudadanos.
En estas elecciones se registraron y participaron más hispanos que nunca, cerca de 12 millones, para trasladar a Obama un mensaje claro: le dan una segunda oportunidad porque quieren la reforma migratoria. Y la colaboración con el presidente deja de ser una opción para los republicanos, obligados a recuperar un sector del electorado imprescindible para regresar a la Casa Blanca.
Se calcula que 12,2 millones de hispanos podrían haber acudido a las urnas el martes, según datos de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos y Designados con sede en Washington, lo que representa un aumento del 26% en comparación con los 9,7 millones que lo hicieron en las elecciones presidenciales de 2008.
fuente: elpaís.com / AP