Todos los caminos conducen a Cannes. Algunos son más fáciles que otros. El nuestro, el latino, siempre es más tortuoso. Por número, por presupuesto, por piezas, por cultura, por tradición…El nuestro siempre será más largo. Porque, si aún no se habían dado cuenta, Cannes no está en la Riviera francesa, Cannes está un trocito en Londres, otro mucho mayor en los USA, otro nada despreciable en Oceanía y sus alrededores y el último trozo, el más pequeño de todos, se reparte entre Latinoamérica y lo que queda de Europa.

Cannes es el Checkpoint Charlie de la publicidad. El paso fronterizo que hace años solo permitía el paso a unos pocos privilegiados de las grandes potencias y fue testigo de algunos de los asaltos más recordados de nuestra industria realizados por agencias latinas. Campañas que consiguieron todo tipo de metales en categorías que hoy conquistamos con bastante más asiduidad.

Este año tengo la esperanza de que los trabajos latinos sigan la senda de los últimos años y que el número de leones aumente a nuestro favor. Que conseguir un Grand Prix empiece a no ser una sorpresa y sí una determinación. Creo, además, que este año más países de nuestra cultura se están sumando a esta conquista silenciosa y van a presentar campañas que van a sorprender y van a hacer un grandísimo papel.

Si somos capaces de mantenernos y de autoexigirnos, nuestro peso en la industria, nuestro territorio, crecerá y quién sabe, algún día Checkpoint Cannes se llame Puesto de Control Cannes.

Hasta entonces, Checkpoint Cannes seguirá siendo la atracción turística más grande en el universo de la publicidad y comunicación. Y otro año más, vamos allí a intentar asaltarlo o a disfrutar en el intento.