Para comprobar el poder de los regalos hechos a mano, aquellos que verdaderamente conectan a la gente y la inspira para expresar lo que de hecho sienten, Faber-Castell invitó a un grupo para una experiencia durante diciembre, mes de las compras de Navidad.
Faber-Castell reunió a parejas de marido y mujer, padre e hijo, madre e hija, y amigos. Cuando llegaban al estudio, una personal shopper les explicaba que estaban allí para encontrar el regalo perfecto a los que habían llevado al encuentro. Luego se les pidió a las duplas que se separaran y que una de ellas escribiera, dibujara, o pintara algo sobre su relacionamiento, y que los conectara.
Después de creado el material, la personal shopper lo analizó y les presentó el regalo perfecto. Paquetes que parecían contener productos manufacturados, en realidad, eran las creaciones que cada uno había preparado con sus propias manos, minutos antes. Un dibujo que la hija hizo a su mama, la carta que el padre había escrito al hijo, etcétera. Todo este material que en un principio era solo el briefing para la personal shopper se distribuyó entre los participantes. La emoción se instaló en el lugar en el momento en que la gente fue testigo del poder de lo que habían expresado con sus manos.
El mensaje de la campaña de David y Faber-Castell es que el regalo hecho a mano no solo carga un significado más personal, sino también algo que nunca pierde su valor. Mientras una pieza de ropa, por ejemplo se puede achicar o quedarse vieja, regalos hechos a mano por quienes van a regalar puede durar para siempre.