Durante generaciones, los perros fueron animales útiles para los seres humanos. Cuidaban el patio, acompañaban en las caminatas, pedían comida en silencio. Con el tiempo, se colaron en las salas, subieron a los sillones y durmieron en nuestras camas. Hoy, en pleno 2025, son considerados miembros plenos de la familia. Pero, de acuerdo con el estudio “Futuro de las Mascotas en México: Escenarios hacia 2035”, desarrollado por el equipo de Estrategia de Dentsu Creative México, la única red creativa del grupo dentsu, la historia apenas está por dar un giro aún más profundo: los perros ya no serán “nuestras” mascotas. Serán ellos mismos.
“Vamos hacia un escenario en el que los perros dejarán de ser un personaje secundario en la narrativa familiar. Serán individuos con nombre, voz, historia clínica, preferencias alimenticias y un perfil emocional único”, afirma Carlos Buenfil, Chief Strategy Officer de Dentsu Creative México.
En la década pasada, la tendencia dominante era la humanización: tratarlos como hijos o hermanos no humanos. Se hablaba de “perrhijos” y se les celebraban cumpleaños. Se les ofrecía comida premium, se les incluía en fotos familiares. Pero lo que viene es más radical: no se trata ya de incluirlos en nuestro modelo humano, sino de reconocer el suyo propio.
“Ya no hablamos solo de perros felices, sino de perros plenos”, explica el análisis de Dentsu Creative. “Plenos física, emocional y mentalmente. Para eso se requerirá una infraestructura de servicios y productos pensados en cada uno como individuo.”
Este escenario futuro proyectado para 2035 plantea un ecosistema donde la nutrición, el entretenimiento, el monitoreo de salud y hasta la estimulación cognitiva estarán profundamente personalizados. Collares inteligentes, algoritmos de IA, alimentos diseñados con base en ADN y rutinas adaptadas a las emociones del animal serán parte del día a día.
Lo que permite esta nueva relación es, en buena medida, la tecnología. Para los próximos cinco años, se prevé el desarrollo de "wearables" sofisticados como collares que recopilen datos en tiempo real: desde niveles de estrés hasta signos tempranos de enfermedad. Con esa información, plataformas de comercio electrónico sugerirán automáticamente ajustes en la dieta, ejercicios o visitas al veterinario. Pero incluso más que la tecnología, será la sensibilidad lo que marcará el cambio.
Anahí Garrido, Brand Strategy Director en Dentsu Creative México, y especialista principal de este análisis explica que, “este giro ya es visible en expresiones culturales populares, tal es el caso de la más reciente película Superman (2025), en la que el perro Krypto no es una simple mascota: tiene agencia, emociones y se convierte en el motor emocional de la historia. Esta representación no solo provocó aplausos en las salas, también generó efectos medibles en la vida real: durante su fin de semana de estreno, las búsquedas de “adoptar un perro cerca de mí” crecieron más de 500 % en Google; dejando en claro que, la cultura no solo refleja el cambio, lo acelera”.
Esa misma transformación se manifiesta en la vida cotidiana. Prácticas como el yoga para perros, playlists de meditación para calmar su ansiedad o la aromaterapia interspecies se vuelven cada vez más comunes. “El auge del hashtag #DogTherapist en TikTok, que ha crecido más de 200 % en los últimos dos años, demuestra cómo las emociones de los perros ya son parte de la conversación de bienestar contemporáneo. El cuidado emocional, que hasta hace poco se consideraba exclusivo del humano, ahora se extiende al vínculo interespecie”, comenta Garrido.
Aunado a lo anterior, mientras las emociones se vuelven visibles, también se vuelven medibles. En México, aplicaciones como Woofz y Dogo permiten monitorear el comportamiento emocional del perro, adaptar rutinas, recibir retroalimentación en video y entender patrones de reacción o estados de ánimo. Entrenar a un perro ya no significa solo enseñarle trucos, sino entender su temperamento, sus miedos, sus días buenos y malos.
Este nuevo paradigma, llamado por los expertos de Dentsu Creative, “hiperindividualización y cuidado holístico”, no solo se enfocará en la longevidad, sino en la calidad de vida emocional del animal. Las marcas dejarán de vender productos y comenzarán a diseñar experiencias integrales que aseguren su bienestar desde un enfoque más humano... o tal vez más perruno.
En este contexto, las marcas tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de dejar de hablarle solo al humano que compra y comenzar a hablarle también al individuo que vive, siente y se expresa en cuatro patas. Esto implica diseñar servicios personalizados, crear soluciones tecnológicas sensibles y desarrollar discursos que reconozcan a los perros no como consumidores pasivos, sino como sujetos con agencia. Aquellas marcas que logren empatizar y responder a esta nueva sensibilidad serán las que lideren el mercado del futuro.
La nutrición es una prueba clara de este cambio. Si hace diez años las croquetas premium eran un lujo, y hoy son el estándar, para 2030 se espera que cada perro tenga un plan alimenticio tan único como su huella. Dietas diseñadas con base en su carga genética, condiciones médicas y, cada vez más, su estado emocional: niveles de ansiedad, energía, tristeza o euforia serán parte de la fórmula.
Pero más allá de lo funcional o nutricional, lo que está cambiando es la narrativa. En redes sociales, millones de personas siguen cuentas donde los perros “hablan” mediante botones que expresan ideas como “triste”, “abrazar”, “no quiero estar solo”. Películas como Dog Gone o The Art of Racing in the Rain se narran desde su punto de vista. La narrativa contemporánea está descentralizando al humano. “Ya no solo observamos a los perros; empezamos a ver el mundo con ellos”, finaliza Anahí.
“La tecnología será una extensión del vínculo emocional. Ya no se tratará solo de saber si comió o no, sino de entender cómo se siente. Y tomar decisiones desde ahí”, señala Buenfil.
Esta transformación implica también un reto para marcas, gobiernos y la sociedad en general. Si los perros son individuos, ¿Qué derechos tienen? ¿Qué responsabilidades tenemos hacia ellos más allá del afecto?
Tal vez el mayor cambio no está en los productos ni en la tecnología, sino en el lenguaje y la conciencia. “Ya no diremos "mi perro", como si fuera una posesión. Diremos "el perro con quien vivo", reconociendo su autonomía”, concluye Buenfil.
El análisis de Dentsu Creative México resalta que la transformación ya comenzó, y si bien aún dormimos abrazados a ellos, será mejor que empecemos a tratarlos no como un espejo de nosotros, sino como lo que verdaderamente son: seres completos, empáticos, con capacidades más potentes que nosotros, que no hablan, pero dicen; que sienten a su manera y son únicos e irremplazables.
FOTO: Carlos Buenfil y Anahí Garrido.
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