La iniciativa convierte el oro extraído de la minería ilegal en un grito de auxilio: 50 certificados de defunción reales de indígenas que murieron a causa de la contaminación, la violencia o el abandono se grabaron manualmente en lingotes de oro ilegal incautados por la policía, convirtiendo cada lingote en un monumento a la tragedia silenciosa que se desarrolla en la Amazonia brasileña.
La campaña expone el ciclo mortal alimentado por la demanda mundial de oro, a menudo carente de trazabilidad. En la actualidad, Brasil es el décimo mayor productor de oro del mundo, y el 71% de su producción es ilegal, en su mayor parte extraída de las tierras de los yanomami. Las consecuencias son devastadoras: El 10% de la población yanomami ya ha sido aniquilada en un genocidio silencioso impulsado por consumidores que desconocen -o deciden ignorar- el origen de lo que compran.
Las piezas de la campaña fueron fotografiadas y expuestas en países que lideran la importación de oro ilegal brasileño, como forma de confrontar al público con su responsabilidad compartida.
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