En el universo digital actual, donde los formatos se acortan y los códigos se multiplican, las marcas enfrentan un nuevo desafío: captar la atención de las generaciones más jóvenes sin ser demasiado obvias. El “dog whistle content”
contenido que “susurra” a audiencias específicas sin que el resto lo perciba, se está consolidando como una estrategia clave para conectar con la Generación Alfa.
Este tipo de comunicación, heredado del lenguaje político, funciona a través de referencias internas, códigos visuales, audios virales o emojis que solo ciertos nichos digitales comprenden. Para quienes no forman parte de ese entorno, el mensaje puede pasar desapercibido; pero para quienes sí, genera identificación inmediata.
La Generación Alfa, nacida a partir de 2010, crece rodeada de pantallas, algoritmos y comunidades virtuales. Se comunica mediante símbolos, imágenes y gestos más que palabras. No busca que las marcas le expliquen, sino que entiendan y compartan su lenguaje. La Generación Alfa está marcando un antes y un después en la forma en que
consumimos, nos comunicamos y conectamos con el mundo. Ya no basta con entenderlos: hay que hablar su idioma, aunque ese idioma esté en constante cambio.
TikTok es el escenario natural para este tipo de lenguaje. En esa plataforma, las tendencias se transforman por hora, los códigos se propagan a velocidad viral y lo que para un adulto puede parecer irrelevante, para el público joven, tiene un valor simbólico y cultural profundo. En este contexto, los anuncios tradicionales pierden tracción: lo que realmente conecta ya no se presenta como publicidad, sino como contenido integrado.
Hoy, los formatos más efectivos no parecen campañas, sino fragmentos cotidianos de vida: tutoriales, storytimes, haulings o consejos de belleza que, dentro de su narrativa, incorporan recomendaciones de producto de manera orgánica, sin interrumpir ni imponer. Este tipo de piezas no se anuncian, se descubren. Y ahí radica su potencia:
invitan a la conexión, no a la resistencia.
Intentar sumarse a este juego sin comprender sus reglas puede ser contraproducente. La audiencia joven penaliza con rapidez cualquier intento forzado o poco genuino. Las marcas que entienden este nuevo orden (y trabajan con creadores que manejan estos códigos desde adentro) son las que logran construir vínculos más auténticos y duraderos. No se trata de contarle todo al público, sino de dejar señales para quien sepa interpretarlas.
El futuro del marketing no será explícito ni lineal. Será sugerido, compartido, contextual y, sobre todo, codificado.
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