La propuesta fue tan simple como poderosa: encontrar piezas de pollo frito escondidas en los mapas del mundo. Sí, literal. Calles, países, barrios y hasta continentes que, con un poco de hambre e imaginación, se transformaban en alas, pechugas o piernas. Los usuarios que compartían estos hallazgos en redes sociales recibían piezas reales, redimibles en los restaurantes de la marca.
La campaña, 100% orgánica y sin un solo quetzal en pauta, logró un aumento del engagement y los pedidos, demostrando que la creatividad bien preparada puede activar el comercio sin necesidad de freír el presupuesto.
Pollo Granjero convirtió la curiosidad en tráfico, el antojo en acción y un simple mapa en una excusa para compartir.

            
        
            
        
            
        
            
        
            
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