Eduardo Germán María Hughes Galeano falleció hoy de cáncer de pulmón en Montevideo. La despedida es solo carnal. De lo más profundo de su pensamiento, nació una obra que cuestionó el saqueo europeo del siglo XV hacia el suelo y la cultura americana. Levantado como bandera por más de un militante de izquierda, fue desestimado, casi por completo, en la II Bienal del libro y la lectura de Brasilia, por su propio creador. “No volvería a leer Las Venas Abiertas de América Latina. No me arrepiento de haberlo escrito, pero no conocía debidamente de política y de economía”. Sin embargo, el libro-emblema perdurará en el tiempo, al igual que sus ideas.
Desde los 14, dedicó su días a darle voz a quienes no la tenían. A esa edad, ya iniciaba su amorío con los estandartes contra hegemónicos en el semanario socialista El Sol. Publicaba dibujos y caricaturas con una impronta política, pero no relevaba su identidad a su Montevideo natal, firmaba como Gius, por los problemas que tenían sus amigos y conocidos para pronunciar Hughes, su apellido paterno de origen galés. Pero durante toda su vida, uso el que heredó de su madre, más vinculado al mundo hispano que al anglosajón.
Y siempre defendió a las naciones latinoamericanas, como en febrero de este año, cuando se juntó con Evo Morales, para apoyar la salida al mar para el Estado Plurinacional de Bolivia. Pero también fue muy crítico. “En América Latina, la palabra y la acción no se encuentran nunca”, confesó en una entrevista para la televisión italiana.
La "Comisión Nacional Pro Referéndum", fue otra de sus iniciativas. La integró hace treinta años para revocar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que impedía el juicio a todos los involucrados en crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar uruguaya del 73. La vivió de cerca. Lo apresaron y se vio obligado a dejar Uruguay. No solo quisieron censurar su cuerpo, sino también su pensamiento: Las venas abiertas de América Latina fue prohibido durante los gobierno dictatoriales de Uruguay, Argentina y Chile. El refugio lo encontró en Buenos Aires, en donde no pudo alejarse del periodismo y fundó Crisis, una revista sobre cultura y política.
Pero su vida no sólo transcurrió entre editoriales y debates políticos, también hubo un lugar muy especial para su amado Club Nacional de Football, el “decano” uruguayo. “¿En qué se parece el fútbol a Dios?”, preguntó, y él mismo se respondió: “En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”. Intelectual y creyente, todo en una misma persona.
Reconocimientos tuvo muchos, como el Premio Stig Dagerman en 2010, en honor a que sus obras expusieron en carne viva la libertad de la palabra mediante la promoción de la comprensión intercultural. Hoy, recibe el galardón que todo escritor, periodista y pensador desea durante su vida: que sus ideas y sus páginas perduren para siempre en el imaginario popular.
“El mío ha sido un largo camino hacia el desnudamiento de la palabra: desde las primeras tentativas de escribir, cuando era jovencito en una prosa abigarrada, llena de palabras que hoy me dan vergüenza, hasta llegar a un lenguaje que yo quisiera que fuera cada vez más claro, sencillo, y por lo tanto más complejo, porque la sencillez es la hija de una complejidad de creación que no se nota ni tiene que notarse”, nadie mejor que el propio Gius para describirse.