Desde hace más de siete décadas, el pan dulce de la histórica pizzería de Avenida Corrientes es sinónimo de celebración. Elaborado con la misma receta que nació en 1952, conserva un proceso artesanal que se replica pieza por pieza: horneado en los legendarios hornos a leña, sin conservantes ni aromatizantes artificiales y con una selección minuciosa de ingredientes premium —miel, almendras, castañas de cajú, nueces, pasas de uva y fruta abrillantada— que le dan su sabor inconfundible.

Con un peso de 1.3 kg y una producción diaria de 600 unidades, cada pan dulce se convierte en un objeto de deseo que despierta expectativas año tras año. Desde fines de noviembre, la postal se repite: filas que recorren media cuadra y, en diciembre, llegan hasta la esquina, como si cada persona en la cola estuviera esperando su entrada a un recuerdo.

Porque para muchos, no se trata simplemente de un pan dulce: es el mismo que estaba en la mesa familiar cuando eran chicos, el mismo que alguien traía al trabajo para brindar, el mismo que se come cortado con cariño, aunque no quede casi lugar después de la cena.

Y este año, la tradición se abre camino incluso más allá de Buenos Aires: el pan dulce de Güerrín estará a $42.000 en el local y esperan poder ofrecer envío gratis a todo el país a través de guerrin.com.ar/tienda . Un valor que acompaña su calidad, su peso y su elaboración artesanal, pero que, sobre todo, se explica por lo intangible: la posibilidad de volver —aunque sea por un instante— a la Navidad de siempre.