LatinSpots (LS): ¿Cuál fue el “norte” para transformar un mensaje institucional en una historia que conectara con la emoción del ciudadano chileno?
- Andrés Díaz (AD): El punto de partida fue bastante simple. Sabíamos que las cifras estaban ahí, que los accidentes y las muertes por tránsito siguen siendo un problema real en Chile, sobre todo en fechas de alta movilidad como fin de año. Pero también sabíamos que repetir ese dato no iba a cambiar mucho.
El norte fue entender que nadie se levanta pensando que va a manejar mal. Al contrario, la mayoría se considera buena persona, responsable, cuidadosa. Entonces nos interesó trabajar desde esa contradicción. Desde esa idea incómoda de que puedes ser un buen tipo y, aun así, tomar una mala decisión en un segundo. Mateo aparece ahí, no como un caso extremo, sino como alguien común, cercano, posible.
- LS: ¿Cómo fue la propuesta de brief?
- AD: El brief fue claro en el objetivo, pero muy abierto en la forma. No venía con la expectativa de una campaña clásica de seguridad vial, sino con la intención de generar conciencia en un momento crítico, donde históricamente aumentan los siniestros.
Eso nos permitió correr el foco desde la norma hacia la persona. Más que explicar qué está permitido o prohibido, queríamos poner sobre la mesa una situación reconocible, cotidiana, que no necesitara demasiada explicación. El brief funcionó más como una pregunta que como una instrucción, y eso fue clave para encontrar el tono.
- LS: ¿Qué fue lo primero que sintieron que se debía cambiar o profundizar en este tipo de comunicación?
- AD: Sentimos que había que dejar de hablar desde la advertencia y empezar a hablar desde la observación. Muchas campañas de este tipo parten desde el error, desde la falta, desde lo que está mal hecho.
Nosotros quisimos mirar antes. Mirar cómo se dan realmente esas conductas, cómo se normalizan ciertas decisiones al volante, cómo el riesgo aparece en momentos aparentemente inofensivos. Cuando sacas el dedo acusador, la gente escucha distinto. No porque esté de acuerdo, sino porque no se siente atacada.
- LS: ¿Cómo trabajaron visualmente para que el espectador se sintiera reflejado de forma auténtica y no estereotipada?
- AD: Desde lo visual había una premisa clara: no embellecer.
Trabajamos con luz natural, locaciones reales, espacios usados, horarios reales. Todo tenía que sentirse vivido. El casting fue clave en ese sentido. No buscábamos caras “correctas”, sino personas que trajeran una verdad encima, incluso con pequeñas imperfecciones.
La cámara tenía que acompañar, no intervenir. Que pareciera que estaba ahí porque sí, no porque alguien la puso. Eso ayuda mucho a que el espectador no se sienta frente a una puesta en escena, sino frente a algo que podría estar ocurriendo en su propio entorno.
- LS: ¿Qué referencias visuales ayudaron a definir el look & feel de la campaña?
- AD: Miramos bastante cine que observa más de lo que explica. Cine donde la emoción no está subrayada, donde aparece de a poco, casi sin aviso. Fotografía con textura, con luz real, con errores incluso.
En ese proceso fue fundamental trabajar con Yupi Segura. La elegimos por su talento y por su mirada. Yupi tiene una forma muy honesta de filmar lo cotidiano, sin necesidad de intervenirlo demasiado. Compartimos una sensibilidad parecida respecto a no forzar la emoción y confiar más en la escena que en el artificio.
- LS: ¿Qué buscaron transmitir con los movimientos de cámara?
- AD: Buscamos una cámara que observe. No queríamos épica ni dramatismo explícito. La historia no lo necesitaba. La cámara acompaña a Mateo de forma silenciosa, casi incómoda por momentos, pero muy humana.
Con Yupi trabajamos mucho esa idea de que la cámara respire con el personaje, que no anticipe, que no juzgue. Cuando la cámara se corre un poco, deja espacio para que el espectador complete lo que está viendo, y ahí se produce una conexión más profunda.
- LS: ¿Por qué se eligieron los lugares donde filmaron y cómo influyó el entorno en la narrativa?
- AD: Los lugares se eligieron por lo que son, no por lo que aparentan. Calles, casas, trayectos que no tienen nada de especial a primera vista. Justamente por eso funcionan.
Queríamos que el entorno anclara la historia en una realidad reconocible. Que no pareciera un caso aislado ni algo excepcional. El contexto ayuda a entender que esto no le pasa a otros, pasa acá, pasa todos los días. Y cuando eso se siente cercano, el mensaje deja de ser teórico y se vuelve personal.
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