La gran beneficiada de la existencia de LatinSpots ha sido la creatividad latinoamericana. Es indiscutible que habéis contribuido a que todos conozcamos mucho mejor qué se está haciendo en nuestro sector y quién está haciendo la mejor creatividad. Además, desde el Festival El Ojo de Iberoamérica habéis incentivado la excelencia, ayudando a difundir las mejores prácticas y a que conozcamos de primera mano a los ejemplos de “hacedores” de la creatividad.
La anécdota personal más clara que tengo con vuestra revista es una portada –una tapa como decís allá– en la que aparecía junto a ese extraordinario creativo que es Julio Wallovits. Eran los tiempos de esa agencia tan innovadora y rupturista que fue El Sindicato. La verdad es que el posado y el look de ambos, especialmente nuestros peinados, no fue muy agrado de mi madre. Y, en vez del lógico orgullo que toda madre siente cuando ve a su hijo en la portada de una revista internacional, en un tono no muy risueño me dijo algo así como “Por una vez, podías haberte peinado. Vaya pinta tenéis los dos. Y no cuesta nada sonreir un poco. Nadie os va a contratar con esos aspectos”. Cosas de madres…
He tenido la suerte y privilegio de ser dos veces ponente en las Conferencias de El Ojo. Una de ellas en solitario y otra acompañado por el antes mencionado Julio Wallovits. Jamás olvidaré ninguna de ellas, pero muy especialmente la que ofrecí solo. Fue mi primera vez allí y me impresionó la gran afluencia de personas. En mi memoria eran más de mil. Me sentí muy responsabilizado porque me enteré que habían pagado sus buenos dineros por escuchar a los conferencistas. Decepcionarles no era una opción.
Como factor de presión añadida tuve la mala suerte de que me tocara dar mi charla justo después de un tipo tan brillante, gracioso y tan acostumbrado a hablar frente a grandes audiencias como Mario Pergolini. La verdad es que pensé que la diferencia entre uno y otro sería abismal y que el bajón para los asistentes sería evidente. Pero tuve la inmensa suerte de que Mario dio una charla con un trasfondo bastante pesimista y amargo en términos de mensaje. Escuchándole, cambié sobre la marcha el título de mi ponencia para titularla “Mario Pergolini no tenía razón”.
Eso funcionó y sentí inmediatamente el feedback positivo de la gente ahí presente. Noté que se ponían de mi lado, con ganas de escuchar un mensaje más optimista sobre su futuro. Y, para alivio de mi enorme sentido de la responsabilidad, fui muy felicitado. Dicho esto, desde la atalaya del presente, viendo la evolución de nuestra profesión, quizá pequé de oportunista, y la verdad estaba más en un término medio entre ambas conferencias. Ni tanto pesimismo como rezumó la intervención de Mario, ni tanto optimismo como desprendió la mía.
Pertenezco a esa generación de dinosaurios que empezó antes de que lo digital siquiera se atisbara. Por tanto, no me ha quedado otra que aprender a desaprender. A enfrentarme a escenarios crecientemente cambiantes. A verdades mutantes. Al tremendo impacto de todo lo que tiene ver con lo digital. Y a vivir inmerso en la aceleración permanente. Dicho esto, he aprendido también que lo más importante es inmutable: que esta profesión va de talento y creatividad, y que nuestra misión, como siempre fue, es aportar creatividad excelente, estratégica, sólida y constructora de valor añadido para las marcas y servicios. Los datos y todas las herramientas y posibilidades que han venido de la mano de la revolución tecnológica son cada vez más imprescindibles. Pero son commodities. Y la creatividad sigue y seguirá siendo la que marque la gran diferencia.
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