El nuevo papa que eligió el nombre de Francisco deberá afronta la tarea de reformar la curia romana, poner fin a las situaciones de los abusos sexuales por parte de clérigos, mejorar las relaciones con China y detener la fuga de fieles de la Iglesia Católica, entre otros temas.
La elección de Jorge Bergoglio como Papa fue ciertamente una noticia tan sorpresiva como impactante. Pocos barajaban su nombre entre los candidatos de mayores chances, ya que su edad (dicen) le restaba chances a pesar de haber estado cerca de la elección anterior.
Más allá de creencias religiosas u opiniones político sociales sobre su pasado, es muy interesante la reacción masiva en los minutos siguientes al anuncio en las redes sociales. Al primer momento de sorpresa (“Bergoglio Papa!”, “Un Papa argentino!”), le siguió una serie de mensajes con aristas muy diversas.
Desde ya se están viendo manifestaciones ligadas a la fe, de apoyo, orgullo y alegría. Dentro de estos, algunos de mucho respeto, otros quizás en tono más divertido. Pero en general movidos por fuertes pasiones, equiparables a las que surgen ante un éxito deportivo.
Más allá del contenido, son interesantes algunos números. Uno de los perfiles de Facebook del (entonces) Cardenal Jorge Bergoglio vio incrementar su base de fans a un ritmo de 300 por minuto, y los que trabajamos en esta actividad sabemos lo que cuesta sumar un seguidor a nuestros perfiles. En menos de una hora no había ni un trend topic que no estuviera relacionado con “nuestro” Papa, y solo el hashtag #Bergoglio recibía un tweet por segundo a las 5 de la tarde.
Algunos datos de SocialAd a nivel global muestran que Argentina fue el cuarto a nivel mundial en términos de actividad social relacionada con la elección, acaparando el 10% del ruido global. Destaca a Twitter muy por encima de Facebook como soporte de difusión, marcando claramente el valor de la inmediatez ante noticias de este tipo, y a los hombres como los principales activadores de la noticia.