Desperté una mañana y me dije: quiero ser arquitecto, si, construir edificios, trabajar el concreto, diseñar ciudades enteras, los edificios más altos, los que tocaran el cielo.
También recuerdo que un amigo me dijo que eso era para hombres y sus palabras cambiaron el rumbo de mis sueños rápidamente como suele ocurrir a esa edad. Entonces, mi mente fue pasando por varias profesiones según el tiempo y el ánimo con el que me hubiese levantado esa mañana.
Doctor, todos soñamos con esto en algún pestañeo, arquitecto, cantante, contadora, estilista, bombero, mujer maravilla, artista, economista, escultora, escritora, químico, ejecutiva, financista, juez, guitarrista, costurera, campeona en nado sincronizado, ingeniero, cirujano, payaso, odontólogo, florista, industrial, mesera, psicóloga, diseñadora de moda, cosmetóloga, informática, farmaceuta, bióloga, vendedora, ciclista, reportera, presidente, relacionista, madre, programadora, secretaria, paseadora de perros, veterinaria, matemática, arquitecto de nuevo y recordaba las palabras de mi amigo “eso es para hombres”.
Entonces mi búsqueda continuaba; pianista, reportera, curadora de arte, piloto, maratonista, millonaria, bibliotecaria, traductora, aeromoza por supuesto, enóloga (todavía quiero que me entierren en una bodega llena de vinos deliciosos), paracaidista, deportista, guionista, locutora, socióloga, crítico de cine, politóloga, humanista, psiquiatra, científico, publicista, creativa.
Pude haber sido cualquier cosa con la que hubiese soñado, cualquiera, arquitecto incluso. Los sueños no distinguen de sexos, de razas o religiones, los sueños se alcanzan trabajando duro, siendo creativos en todo lo que hacemos, no abandonando jamás y levantándonos siempre sabiendo que aún podemos ser mejores, dejando los prejuicios a un lado y poniendo cerebro a todo lo que hacemos.