Si todo parece indicar que los socialistas volverán al poder, lo único confirmado por ahora es un Parlamento no de todo favorable a esta fuerza para aprobar reformas que requieren de alto quórum en el Congreso. Los resultados de los comicios legislativos del fin de semana indican que Bachelet, de confirmar su triunfo en diciembre, tendrá que negociar con los partidos independientes que no son parte de su coalición Nueva Mayoría, si quiere lograr implementar todos los cambios que prometió durante su campaña.
El programa de gobierno de Bachelet gira en torno a tres grandes pilares: reformas en el sistema educativo, cambios en el régimen tributario y una nueva Constitución. La izquierda chilena quiere saldar su deuda con los sectores juveniles que desde hace mucho pelean por una educación universitaria gratuita, y Bachelet promete implementarla en los próximos seis años, además de poner fin al lucro en todo el sistema educativo que use recursos públicos.
El resultado parlamentario obtenido por la Nueva Mayoría no fue suficiente para concretar sus objetivos sin depender de otras fuerza políticas. Con el número de legisladores obtenido un eventual gobierno de Bachelet podrá modificar leyes constitucionales y la Reforma Educacional, pero para imponer cambios más profundos, como la incorporación de nuevos derechos, por ejemplo, que exigen por lo menos 4/7 de apoyo en el Congreso, la coalición de izquierda tendrá que abrir un proceso de diálogo con otros partidos.
Definiciones políticas a parte, analistas locales e internacionales coinciden que la gran perdedora de las últimas elecciones chilenas fueron las encuestas. El voto voluntario y la enorme abstención, que alcanzó el 51% el domingo, dejaron al descubierto los malos pronósticos de los estudios de opinión pública del país. En su gran mayoría subestimaron la votación que obtuvieron los candidatos, con excepción del independiente Franco Parisi y del líder del Partido Humanista, Marcel Claude, cuyos niveles de respaldo fueron sobreestimados por las encuestas.
El diario La Tercera remarcó el problema como el punto negativo del resultado de los comicios: “La falta de credibilidad de las encuestas y el sistema de voto voluntario llevó a los comandos presidenciales y parlamentarios a una campaña a ciegas. Sin datos fiables, los expertos electorales responsables de las campañas echaron manos a otros sistemas para poder orientar de mejor modo la publicidad destinada a convencer a los electores. Fue así que comenzaron, aunque de modo aún tímido, a emplear sistemas georreferenciales y tecnológicos.”, publicó el diario.