La comunicación publicitaria hoy representa la suma de lo que era antes y de lo que es ahora. Nada se ha sustituido. Todo lo nuevo se suma. La innovación y las nuevas tecnologías se aplicaron a las cosas de siempre y a todo lo nuevo que ha surgido.
Los ejecutivos ahora, además, son planners. Los directores de marketing ahora, además, planifican los medios. Los creativos ahora, además, inventan. Se suman las tareas. Las especialidades se multiplican.
El problema es que los anunciantes cada vez tienen menos claro dónde poner su dinero que, por otro lado, es cada vez más escaso. Está claro que se ha abierto una enorme brecha entre los medios “tradicionales”, y cada vez hay más confusión con las audiencias. Muy pocos tienen la varita mágica y, a veces, se dan palos de ciego buscando el tesoro.
Los anunciantes vuelven a crecer, pero a un ritmo inferior al de hace unos años. Por eso, la inversión crece moderadamente, y todo lleva una velocidad que en el pasado habríamos calificado de lenta.
Gracias a Dios, en este panorama, surgen ideas que, de vez en cuando, rompen transversalmente todas las cavilaciones negativas y que se instalan fuerte en la mente de esas miles de personas, volviendo a ser la prueba irrefutable de que, por mucho que cambie este negocio, lo único que lo romperá y volverá a convertirlo en atractivo y necesario serán esas maravillosas, letales y salvadoras ideas.