Trabajar en comunicación desde Venezuela significa construir siempre desde la complejidad. Un país que, visto desde afuera, muchas veces se narra solo desde sus contradicciones. Pero quienes trabajamos en branding y storytelling sabemos que las marcas —cuando se expresan con sinceridad— logran trascender esa polarización y conectarse con lo esencial: valores, emociones y legado.
El Sistema es un caso sui generis en el mundo. Es un proyecto cultural y educativo pero también es una organización que transforma realidades a través de la música y que ha conseguido logros inéditos, como llevar a una orquesta venezolana a tocar junto a Coldplay en Wembley. Ese es el tipo de hitos que ninguna estrategia de marketing podría inventar: son fruto de una historia auténtica, imposible de replicar. Nuestro trabajo como agencia ha sido leer esos logros, protegerlos de los clichés y proyectarlos con la fuerza de una marca cultural global.
El reto comunicacional es no caer en los estereotipos: no hablar solo del “milagro” o de la “rareza latinoamericana”. La narrativa la centramos en valores universales que el maestro José Antonio Abreu dejó como legado: excelencia, inclusión, trabajo colectivo y belleza como derecho humano. Es allí donde encontramos un espacio antipolarizante, profundamente humano y sincero.
Cuando hace unos días en un concierto de la orquesta en el Royal Festival Hall alguien conserva como reliquia una chaqueta tricolor lanzada por la Simón Bolívar en 2007, entendemos que la marca está viva. Existe una memoria colectiva. Y en esa memoria se construye el futuro: la posibilidad de que una orquesta, una agencia de comunicación o un país entero se cuenten al mundo desde lo que los hace únicos. Esa es nuestra tarea entonces convertir esa identidad en narrativa y esa narrativa en una marca poderosa.