Hace algunas semanas participé en Davos en el Foro Económico Mundial, lugar especial en medio de los Alpes suizos donde se reúnen bajo el mismo techo y durante una semana invernal bañada en copos de nieve los principales líderes mundiales de la política, de los negocios y de las ONG más representativos.
Con más de 2500 asistentes, esta interesante y heterogénea mezcla de políticos, empresarios y activistas sociales produce un efecto similar al de la torre de Babel, donde todos están juntos pero no revueltos; y a la vez, están todos revueltos pero no tan juntos.
Una de mis primeras conclusiones acerca del Foro Económico Mundial es que no existe un solo mundo, sino que existen muchos mundos y que cada uno de ellos tiene su propia óptica referente a los problemas y a las soluciones requeridas ante las dificultades.
Para los rusos, las oportunidades y las prioridades son totalmente distintas a las buscadas por los alemanes, coreanos, chinos, alemanes, coreanos, chinos, brasileños o africanos.
Por eso, de alguna manera podríamos referirnos más bien al ‘Foro económico de los mundos’, donde a veces es difícil encontrar puntos en común y soluciones verdaderamente compartidas. Pareciera que cada quien busca marchar a su propio ritmo y pensando en sus propios intereses y no en los irrefutablemente indispensables para el todo.
Este año el Foro buscó construir sus discusiones y su espacio de reflexión alrededor de un tema: la resiliencia y el dinamismo de la economía global.
Como encontrar la actitud correcta para volver a levantarse y así asumir la fuerza y el movimiento adecuados para emerger económicamente de nuevo.
Pero entre toda esta divergencia de conceptos y de culturas, una idea me llamó mucho la atención. Christine Lagarde, Directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), afirmó en su ponencia que hoy el 75 % de las decisiones de compra en el mundo son hechas por las mujeres. Lo cual significa que si a las mujeres les fuera mejor, a la economía mundial le iría mucho mejor.
Una interesante y retadora premisa que nos plantea una nueva era, la era del Womanity, donde en un planeta tan difícil y complejo, la fuerza económica y productiva de la mujer, acompañada de sus valores femeninos y de madre generarían un giro positivo a la economía global.
Respetar a las mujeres y creer en ellas, significa respetar y creer en las nuevas generaciones, las cuales clamaran a gritos por nuevos modelos.
Este tema comienza a vislumbrarse y dará mucho de qué hablar.
Bienvenidos a la era del Womanity. El mundo lo necesita.