Segarra es el principal responsable de dotar de un estilo inconfundible a la publicidad española, que ha trascendido fronteras, situándola en los mayores niveles de excelencia del panorama internacional.

"Es importante insistir en que nunca hubo una voluntad real de escribir un libro. Estos textos se fueron acumulando de manera desordenada a lo largo de casi veinte años, y un día me los encontré en una carpeta, junto a otros muchos que acabé desechando por incoherentes, anacrónicos o directamente muy malos", explica Segarra con respecto al nacimiento de su libro y agrega: "Así que al descubrir todas esas reflexiones que había ido haciendo, y ver que de algún modo mostraban una forma de entender el negocio, mi forma de entenderlo, surgió naturalmente la necesidad de juntarlo todo en un libro. Esto de los libros es una superstición que me debe venir de la universidad, el culto libresco, y la sensación que me dan de haber hecho algo, de resumir y condensar el trabajo de muchos años, y que de repente ese trabajo parezca algo mínimamente valioso. A un publicista, que trabaja toda la vida en cosas tan leves, tan poca cosa, yo creo que ese deseo de mostrar algo parecido a una obra le asalta muy fuertemente. Por lo menos a mí me ocurre". 

La experiencia de Segarra se ve plasmada en su libro con algunas anécdotas personales, pero no se queda en los recuerdos, sino que toda la riqueza de lo aprendido en estos años se vuelca en el análisis de lo que pasará en el futuro de la industria, sobre todo, en el futuro de la profesión.

"Las doscientas y pico páginas contienen en realidad apenas cinco o seis obsesiones, que son las que me asaltan y me han asaltado siempre: la fuerza imparable de las inercias, la importancia de los contextos, la imposibilidad de la originalidad, la veneración y admiración a los maestros, el sentimiento de culpa por dedicarle tanta pasión a algo tan leve, la reivindicación de la intuición, de la humildad, de la espontaneidad y de la sencillez...", reconoce el autor. 

Y explica: "Hay un intento constante, común a los textos más recientes y a los más antiguos, por desentrañar el futuro de la profesión, lo que me demuestra que esa es una obsesión tan antigua como el oficio, por más que hoy esté mucho más justificada. Y también una extrañeza ante cierta flojera y falta de ambición en las generaciones nuevas, que creo procede de graves defectos en la formación académica de la profesión".

Las palabras de Segarra tienen el peso de haber creado campañas memorables, de haber construidos marcas, de haber creado equipos que funcionaran. Y también un poco de la otra experiencia, de esa que sirve tanto o más, la enseñanzas de las cosas que no salen tan bien. Por eso la riqueza del libro, la sinceridad ante todo en un medio, a veces, tan poco abierto a la salirse de lo políticamente correcto. 

"Me preguntan a menudo si voy a escribir más, y lo cierto es que no tengo siquiera la sensación de haber escrito éste. Yo no me veo sentado frente al ordenador durante un año construytendo una teoría. No tengo ni la paciencia, ni la capacidad. Tampoco tengo muchas más cosas que decir. No hay mucho más que decir. El libro está ahí, ojalá que lo lea mucha gente del oficio y ojalá les sirva para algo, esa es toda mi ambición", concluye Segarra.