Nosotros, los colombianos, no estábamos acostumbrados a ganar y, por el contrario, estábamos dispuestos a aceptar que cualquier empate o pequeño logro sea una gran victoria. Para explicarlo de otra manera, Colombia se había convertido en un barco al cual le habían disparado y tenía que estar cubriendo los huecos por donde entraba el agua, y no tenía tiempo para pensar en cómo ganar la regata. Tampoco podíamos pedirle mucho más a un país con 50 años de guerra civil, guerra con el narcotráfico y autodefensas.

La verdad no se qué pasó, pudo haber sido internet o esa generación que se hace llamar millenials, que no creen en nada, que no le tienen miedo ni respeto a nada y que dijeron "yo quiero". En este contexto, aparece un joven ciclista de Boyacá, Nayro Quintana, que con 23 años sale segundo en el Tour de Francia y, posteriormente, gana El Giro de Italia. También había un equipo al que muchos colombianos no le teníamos fe, la selección Colombia, pero que logró ocupar el cuarto lugar dentro del ranking de la FIFA. En este sentido, James Rodríguez fue lo suficientemente valiente para parar una pelota con el pecho, darse vuelta, decir "este es mío" y meter un gol que clasificó a Colombia a cuartos de final por primera vez en la historia.

Y como si todo este panorama no fuera suficiente, los colombianos vimos en Cannes un espacio en el cual podíamos aprovechar todo ese conflicto de guerra y transformar esa crisis en la oportunidad más grande de nuestras carreras. Empezamos a hacer campañas para ayudar a generar la paz en el país y, gracias a Lowe SSP3, ganamos el primer Titanium de Latinoamérica en Cannes 2012. Fue ahí cuando todos empezamos a decir "yo también quiero", sentimiento que se contagió a todos los creativos, y que trajo como resultado que Colombia empezara a ganar en Cannes con frecuencia.

Y ese sentimiento de "esto es mío" se contagió internamente, ya nadie tiene miedo, sino que en todos reina un gran respeto. El miedo te congela, el respeto te vuelve analítico y te prepara mejor para la contienda. Lo que pasa también, es que las agencias independientes dicen "dame a mí también" y empiezan a ganar premios, a llevarse cuentas y a hacer buenos trabajos. Hoy, estamos en un país que dejó su percepción de Pablo Escobar y las FARC, para volverse la economía que más crece en Latinoamérica y donde todos quieren invertir. Ya superamos al “pibe” Valderrama y nos convertimos en James (queremos mucho al Pibe, pero teníamos que salir de esa generación de Asprilla y sus fiestas). En economía, a este crecimiento se lo llama "Romper el techo de cristal" y la verdad es que los colombianos agarramos ese techo de cristal y, por primera vez, le dimos sin miedo y nos gustó y lo vamos a seguir rompiendo.

Con respecto a VSP, llevamos ocho años como agencia independiente, (somos los que más tiempo llevamos de nuestra generación) y hasta ahora empiezo a sentir ese "acá estoy, dame". También éramos un barco que tenía huecos que tapar, es parte de ser independiente y tener que dejar todo en la cancha todos los días. Sin embargo, el barco ya flota más tranquilo y eso nos permite armarnos de mejor talento y concentrarnos en la regata y en la meta.