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Contexto

Lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado

Vivimos a nivel planetario en un mundo cada vez más radicalizado en lo discursivo y social, potenciado por las lógicas de los algoritmos y concentrado en lo económico y mediático, y con enormes desafíos en lo que respecta al cambio climático. 

En este sentido, el 20 de enero de 2025, la ONG inglesa Oxfam presentó su informe anual en el que plantea que “la riqueza de los milmillonarios se incrementó en dos billones de dólares en 2024, tres veces más rápido que el año anterior, mientras que el número de personas que viven en la pobreza apenas se ha reducido desde 1990”.

El año pasado, Oxfam ya había anticipado que, “de no haber cambios, el primer billonario del planeta aparecería en tan solo una década. Pero el creciente aumento de la riqueza de los milmillonarios durante este último año -y de mantenerse las tendencias actuales- llevaría a que dentro de una década podría ampliarse al menos a cinco billonarios en el planeta”, en vez de uno como lo había indicado el año pasado, y con una consolidación mayor de la extrema distribución de la riqueza global en unos pocos con el poder suficiente para cambiar leyes, controlar gobiernos, orientar la opinión pública, e incluso cambiar las formas de gobierno de la sociedad, desconectándola de la participación de las y los ciudadanos o haciendo que su participación no sea condicionante de sus intereses. 

El informe de la Oxfam que fue presentando para que el Foro de Davos pueda escucharlo, plantea que “la mayor parte de la riqueza de los milmillonarios no es fruto del esfuerzo: el 60% es heredada, o bien está marcada por el clientelismo y corrupción, o vinculada al poder de monopolio”. Además, expone la profunda desigualdad en el mundo donde el colonialismo continúa estando presente de diversas maneras. “El sistema actual sigue extrayendo la riqueza del sur global en beneficio del 1% más rico de la población, que reside mayoritariamente en el norte global, a un ritmo de 30 millones de dólares por hora”, advierte la Oxfam. 

Este informe alarma aún más, cuando el mismo día, durante la asunción del presidente de EEUU, sorprendió ver en la primera fila de la ceremonia, no ya a los presidentes invitados de otros países de la región y el mundo, sino a varios de los milmillonarios señalados por Oxfam y CEOs de las principales plataformas tecnológicas globales, que controlan y definen los algoritmos de las principales pantallas a través de las cuales los seres humanos nos conectamos, nos informamos, nos educamos y consumimos (plataformas que han superado el alcance de los medios tradicionales, muchos de los cuales, incluso, han sido comprados por algunos de estos CEOs, como en el caso de Jeff Bezos (Amazon) y su compra de The Washington Post o de Elon Musk (Tesla y SpaceX) y su compra de Twitter (transformada en X). 

Desde sus primeras medidas de gobierno, el nuevo presidente norteamericano, ha iniciado una política de reducción de derechos para las minorías, una deportación masiva de ciudadanos indocumentados -principalmente latinoamericanos-, una política de negación del cambio climático, sus consecuencias y los compromisos para mitigarla; la salida inmediata de EEUU de la Organización Mundial de la Salud al mismo tiempo de poner al frente del Departamento de Salud a un activista antivacunas, y tener otro como Elon Musk, que a casi 100 años del nacimiento del nazismo, apoya con sus millones y poder mediático de forma directa a partidos neonazis en Alemania y otras partes de Europa y al tiempo que intimida a parlamentarios y políticos de su propio país para que cumplan sus deseos, uno de los cuales es evitar las regulaciones que la Unión Europea y otros países están analizando, como la propuesta realizada en Davos por Pedro Sanchez, Presidente del Gobierno de España que consta de 3 puntos: a) Terminar con el anonimato, donde cada usuario debe tener un pseudónimo asociado a una identidad real, b) Exigir un mayor nivel de transparencia sobre los algoritmos empleados. Este aspecto es en gran medida solo un refuerzo de regulaciones que ya existen en Europa al respecto y c) hacer que los CEO sean considerados responsables por las ocasiones en las que las empresas no se ajusten a las normativas, que sería de hecho extender las mismas condiciones de responsabilidad que se aplican en otras industrias. 

Cuando se dio el primer triunfo de Donald Trump, las librerías de EEUU tuvieron picos de demandas de algunas de las clásicas novelas distópicas de la primera parte del siglo XX con el fin de tratar de entender qué podía significar su gobierno. Cuatro años después, puede ser un muy buen ejercicio releerlos, aunque quizás algunos de estos libros y muchos otros no puedan ser tan fáciles de encontrar dentro de EEUU por la censura. (Felicitaciones al gran de FCB Chicago para La Biblioteca Pública Digital de América con “el Club de Libros Prohibidos” para garantizar el acceso a los libros prohibidos en el último tiempo en el sistema educativo de algunas parte de EEUU.

Recurrir a la historia, a la literatura o al arte siempre es un buen consejo para entender y pensar sobre el presente y sus posibles evoluciones. Y qué mejor que releer algunos clásicos como “Fahrenheit 451”, “1984”, “Un mundo feliz” o volver a ver una película como “No miren arriba” o algún libro reciente como “Tecnofeudalismo” de Yanis Varoufakis para pensarlos en clave actual. 

En 1953, el escritor estadounidense Ray Bradbury, publicaba “Fahrenheit 451”, donde presentaba una sociedad estadounidense del futuro en la que los libros estaban prohibidos y existían “bomberos” cuya tarea era quemar cualquier libro que encontrasen junto a los humanos que hubieran osado leerlos, mientras vivían en un mundo rodeados de pantallas que los controlaban, informaban y les creaban el sentido de su propia realidad y de lo que podían pensar. 

Unos años antes, en 1949, ya George Orwell publicada su novela “1984” en la que hablaba de una sociedad en la que se adulteraba la historia de acuerdo a la conveniencia del poderoso que hacía todo para hacer imposible de entender el mundo real y buscaba sustituirlo con fantasmas y mentiras, reduciendo la lengua y transformando el lenguaje con fines represivos, basándose en el principio de que "lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado". Cualquiera que lea “1984″ hoy no debería verlo como una profecía ni simplemente como una obra de ficción, sino como una advertencia”, señala el periodista inglés Dorian Lynskey en su libro “El ministerio de la verdad” y afirma que el propio Orwell dijo que la moraleja que se podía extraer de “esta peligrosa situación de pesadilla” era muy simple: “No dejes que suceda. Depende de ti”.

20 años antes que Bradbury y Orwell, Aldous Huxley publicaba en 1932, “Un mundo feliz”, donde recreaba una democracia que no lo era, una dictadura que no lo parecía, una cárcel de la que los prisioneros no querían escapar porque no eran conscientes que lo eran, condicionados desde su extraña concepción para ser lo que tienen que ser.

Huxley escribió la novela para criticar el optimismo que se sentía ante los avances tecnológicos de la civilización occidental y escribió una situación distópica para demostrar que la creencia de confiar en la tecnología para resolver los problemas del mundo, como las enfermedades y la guerra, era ingenua.

A fines de 2022, se estrenó en cines “No miren arriba” donde los protagonistas intentaban alertar de que un cometa se estrellaría contra el planeta y proponía a todas las naciones, principales empresas y el mundo científico, trabajar conjuntamente para lograr desviar el cometa, pero mientras los medios masivos lo tomaban para la burla o directamente lo ignoraban, los poderosos del mundo –gobierno, multimillonarios y tecnólogos- en vez de buscar soluciones para el planeta preparaban su huida en unas pocas naves espaciales para rehacer la vida humana en otro planeta para unos pocos y la mayoría se mantenía entretenida en otras cosas…

La industria publicidad floreció y creció mayoritariamente al ritmo del aumento de ciudadanos con acceso al consumo. En los últimos años, y reconociendo el rol más activo de los consumidores, gran parte de la industria se sumó a concientizar sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que hoy están siendo cuestionados por la principal potencia del planeta y varios de los milmillonarios que lo acompañaron en la primera fila en su asunción. ¿La industria continuará con este compromiso o pasará al olvido? Los ciudadanos-consumidores, ¿reclamarán que se cumpla ese compromiso y la coherencia que venían exigiendo para elegir las marcas que consumen? ¿Cómo influenciarán los algoritmos – que no son neutrales y son definidos por unos pocos- en la posibilidad de entender la realidad y tomar nuestras decisiones? ¿Podrán nuestras sociedades regular, transparentar y encuadrar los algoritmos con sus visiones sesgadas y que contribuyen a la propagación de fake news y de violencia y que hoy están sin control ciudadano y condicionan la posibilidad de entender la realidad? Orwell nos recuerda en “1984” que “lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado”.

Dependiendo de lo que hagamos como comunidad, se terminará de construir el nuevo formato societario y el contexto en el cual se desarrollará o no, nuestra actividad. 

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